13 diciembre 2014

ENTREGAME TU VIDA



… the hand of Time rested on the half-hour mark, and along all that old front line of the English there came a whistling and a crying. The men of the first wave climbed up the parapets, in tumult, darkness, and the presence of death, and having done with all pleasant things, advanced across the No Man's Land to begin the Battle of the Somme.


En la mañana del 1 de julio de 1916, justo cuando las manillas de los relojes de cadena marcaban las 0720 horas, unas explosiones subterráneas hacían volar por los aires varias posiciones alemanas. Justo a las 0728 volvía el silencio. Durante dos minutos solo el murmurar de las oraciones se oía en el tramo de trinchera asignado al regimiento. A las 0730 el coro de los silbatos de los oficiales comenzó su letanía de la muerte, comunicando la orden de asalto a las posiciones alemanas. Allá iba lo mejor del 11º Batallón del Regimiento de Fusileros de Lancashire. Allá treparon por el parapeto de tierra, los que llevaban semanas preparándose para la Batalla del Somme. Allá todos los que hasta el momento se habían librado de la disentería, de las pudriciones en los pies por la constante humedad  o de la fiebre de las trincheras transmitida por los piojos. Allá iban porque se lo habían ordenado políticos incompetentes y sin escrúpulos con la vida humana. Generales que miraban mapas anticuados, que recibían telégrafos con información inexacta, que ignoraban las fuerzas del enemigo  y que pensaban que la guerra se libraba como en tiempos de sus abuelos. Ni unos ni otros habían previsto  los cambios que la tecnología había introducido en la guerra, no habían tomado medidas para adaptar las tácticas a las nuevas armas presentes en los campos de batalla. 

Y allá corrían torpemente bajo el peso de sus equipos, los valientes muchachos del 11º. Hacían lo que se les ordenaba, porque otros eran más sabios que ellos. Allá les llovió hierro mientras hundían sus botas en la mezcla de fango, heces y sangre de la Tierra de Nadie. Perfectamente visibles desde las trincheras alemanas, las ametralladoras Maschinegewehr 08 vomitaron muerte sobre las bien dibujadas figuras de los soldados británicos. Como en una barraca de feria, los tiradores del Regimiento de Infantería König de la 1ª División de Infantería de Baviera, recargaron, apuntaron y dispararon tan rápido como pudieron, llevando al límite los mecanismos de sus recios fusiles Mauser

En poco más de 5 minutos, los alemanes habían acabado con las vidas de casi todos aquellos muchachos nacidos en las verdes praderas de Inglaterra. Allá dejaron su vida porque se lo habían ordenado los que mandaban. Aquellos muchachos no pudieron elegir otra cosa.

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Podría decirles que escribo este artículo en memoria del centenario de la I Guerra Mundial, tan cruel como absurda e inútil. Pero realmente no es así. Todo surgió en Twitter. Tuve acceso a un twitt, publicado por una ¿prestigiosa? firma de Recursos Humanos de cuyo nombre no quiero acordarme. El twitt decía (copio-pego), Cómo conseguir que no te echen, según uno de los jefes que más gente ha despedido #empleo #RRHH.

Aunque soy un curioso patológico, creo que un titular así debería llamar la atención de cualquiera. “Cómo conseguir que no te echen”. No tengo claro que nadie tenga en su mano que no le echen de una empresa llegado el momento. Por eso hice click en el link abreviado adjunto y acabé en la página de un diario digital de cuyo nombre (amnesia selectiva) tampoco quiero acordarme. En el mismo se glosaban las teorías de Jack Welch contenidas en su último libro y en artículos publicados por el Wall Street Journal

Para quién no lo conozca, Welch fue el prototipo de yuppie de la década de los 80 del pasado siglo. Cuando su meteórica carrera le llevó a lo más alto de General Electric, consiguió quintuplicar su facturación, convirtiéndola en una de las más grandes empresas del mundo. Pero se hizo famoso por realizarlo simultáneamente a la reducción drástica de personal y a la implantación de unos procedimientos de recursos humanos  muy novedosos: todos los años, Welch despedía al 10% de los empleados con peores resultados mientras que premiaba a los 20% mejores con subidas de sueldo y acciones de la compañía. Si eras empleado de GE no bastaba con cumplir tus obligaciones, debías generar cada año más y más beneficios para tu empresa. Sí, supongo que les estará recordando a las purgas stalinistas de la década de 1930. A eso y a otras muchas cosas.

He aquí algunas frases contenidas en el libro y artículos de Welch:

“Si te agota trabajar 70 horas a la semana es que eres un inútil y no sirves”

“La gente a la que le agota trabajar 70 horas a la semana no es lo suficientemente competente como para realizar las tareas que le han sido asignadas, por lo que se contrató a la persona equivocada”.

“Aquellos que comiencen a centrarse más en la familia y en sus aficiones que en el trabajo serán reemplazados”

Tan pancho. 

Pero si piensan que Welch es un paria de la vida profesional, aborrecido por la comunidad de directivos sensatos, se equivocan. Es considerado uno de los hombres de éxito, un motivador y un líder que entusiasma. El LinkedIn cuenta con 4 millones de seguidores y es un influencer de 3ª, algo que ni usted ni yo seremos nunca. Hoy en día, este Welch es un tipo que cobra 8 millones de dólares al año de pensión y se dedica a jugar al golf. A jugar al golf y a dar conferencias en las que expone estas teorías para quien le quiera escuchar, a cambio de una magra compensación.

Confieso que no había leído previamente la obra de Welch. Era para mi solo conocido como el principal directivo de una de las mayores empresas del mundo. Ahora no tengo interés en conocer nada más. Pero mi preocupación descansa sobre el peso e influencia que personajes como éste están teniendo en nuestra filosofía del management moderno y en las tendencias de gestión de los recursos humanos en las empresas. Da cumplimiento a uno de las amenazas que han revoloteado sobre el mundo desarrollado desde el comienzo de la crisis: el peligro de la neoesclavitud, el nacimiento de la figura del trabajador pobre, la vuelta atrás en las teorías sobre identidad entre felicidad y productividad en los empleados de la compañía.

70 horas semanales. 14 horas diarias de lunes a viernes, desde las 8 de la mañana hasta las 11 de la noche, contando una pausa (por Dios) de una hora para comer. O 10 horas diarias de lunes a domingo, en una semana laboral sin fin de 7 días. Nadie debería poder obligar trabajar a otro ser humano 70 horas semanales por ningún sueldo. Ni a los animales se les hacía trabajar tanto en la época preindustrial. Supongo que los seguidores de Welch son de los que luego se preguntan abrumados que de dónde salen tantos comunistas revoltosos.

Todo tu tiempo para la empresa. Toda tu vida para tu empresa. Como los jóvenes soldados británicos del Somme, los empleados de hoy corren el riesgo de entregar toda su vida por la incompetencia, la ambición y la falta de escrúpulos de otro.

Me hago muchas preguntas.

¿Es así como se gobierna una empresa? ¿Son estos la clase de secretos que cimentan el éxito de las corporaciones y las empresas?¿Es este el tipo de mensajes y personajes que conviene retwitear, seguir, marcar como favorito, o publicar en redes sociales?¿No hay nadie que se levante del asiento y denuncie esta obscenidad?¿Por qué es guay conectar en LinkedIn con gente como Jack Welch?¿Por qué es bueno callar?¿Es moral que Jack Welch, ahora disfrute de una paga de 8 millones de dólares anuales y se dedique a jugar al golf y a escribir estos artículos?

Vuelvo a retomar aquí a mi querido Edmund Burke y su célebre frase de que “para que el mal triunfe solo hace falta que los hombres buenos no hagan nada”. Yo dejaré escrito este artículo aquí, querido Edmund.

Yo no me callo, señor Welch. No cuente conmigo entre su abundante coro de aduladores y palmeros, tantos de ellos españoles. Mi fórmula de la productividad es distinta. Aun creo en los empresarios que alcanzan sus metas sin esclavos a sueldo. Creo en los empresarios que crean tanto empleo como personas felices, creo en los que no necesitan sorber sangre fresca para sobrevivir. Ellos se afanan en perseguir sus objetivos manteniendo a raya su ambición y en alto sus principios.

Una reflexión final. Está felizmente de actualidad el perseguir los delitos de apología del terrorismo, del racismo o de la violencia de género. Alguien debería regular el delito de apología de la esclavitud.



… the hand of Time rested on the half-hour mark, and along all that old front line of the English there came a whistling and a crying. The men of the first wave climbed up the parapets, in tumult, darkness, and the presence of death, and having done with all pleasant things, advanced across the No Man's Land to begin the Battle of the Somme.

… la mano del Tiempo descansó en la señal de la media hora, y sobre toda la vieja línea de frente de los ingleses, se extendió un pitido y un llanto. Los hombres de la primera oleada treparon por sus parapetos, en tumulto, oscuridad, presencia de muerte y, habiéndose hecho con todas las cosas agradables, avanzaron sobre la Tierra de Nadie para empezar la Batalla del Somme.
John Masefield.
The Old Front line