18 septiembre 2013

RELAXED CORRUPTOS



Mis vocaciones en la vida siempre fueron ser pianista de una casa de putas o ser político. Y para decir la verdad, ¡no existe gran diferencia entre las dos!




Tal día como hoy hace 1.960 años nacía Marco Ulpio Trajano en la ciudad de Itálica, junto a Santiponce, a unos 12 km de donde vivo. Cuando fue aclamado emperador en el 98 de nuestra era, Roma estaba pervertida por la corrupción, los abusos de poder y las injusticias, todo ello consecuencia del estilo de gobierno de Domiciano. Trajano castigó los abusos, restauró la integridad en los servidores públicos, juzgó por malversación de fondos a muchos senadores, reformó los criterios de evaluación de los responsables políticos, estableció mecanismos de control y supervisión del buen gobierno y premió la honradez y la honestidad. Y todo ello mientras ampliaba las fronteras del imperio, llenaba de oro el erario y realizaba obras públicas sin cuento. Cuando Trajano murió en 117 d.C. dejó el recuerdo del mejor de los emperadores de la historia de Roma y uno de los hombres más íntegros y honestos de la humanidad.

La situación actual de la corrupción y el desgobierno en España me recuerda a la Roma de Domiciano. El poder judicial parece no dar abasto para investigar debidamente tanta prevaricación, tanto robo y tanto escándalo. Toda la opinión pública parece compartir que no hay político bueno. Y está bien que los jueces encausen a los políticos por prevaricadores,  corruptos y chorizos, pues sanar la enfermedad siempre es buen camino. Pero cuando éstos partidos y sus políticos han sido nombrados, elegidos y reelegidos en el curso de imputaciones, procesos y escándalos, los verdaderos encausados deberían ser sus votantes. No hablo del político avispado, que traiciona la confianza recibida para robar o gobernar en contra de sus promesas. Cualquier pueblo, hasta el mejor formado y culturizado, puede ser engañado una vez por un embaucador inteligente. Un mesías falso tiene probabilidades de timar a toda una comunidad. Pero esto sucede una vez. Solamente.

A los españoles sin embargo nos va la marcha. Nos mola que nos sodomicen repetidamente. Una y otra vez. Durante generaciones.

Engañado una vez y otra y otra, un pueblo libre y cultivado debería tomar nota de la traición, para nunca más volver a caer en el error, para limpiarse de la escoria corrupta que se ha reído en la cara de los hombres y mujeres del país. Pero en esta “democracia” nuestra, el sistema persiste en encumbrar individuos sin valía, sin méritos ni principios, sabedores de que para engañar a la masa hace falta un diccionario de pocas palabras. Es la masa la que restaura en el poder siempre a los mismos, a los amigos de los mismos y a las mujeres de los mismos. Según el último informe del poder judicial, los procesos por corrupción han crecido un 151% en el último año (!!!).

Me atrevo a decir que no es posible que 
una guerra dure contra la voluntad del pueblo.
Edmun Burke
Autor, filósofo y teórico político británico
1729-1795
A todos nos parece lógico que el juez impute a los directivos de Adif por responsabilidad en el accidente de Santiago. En todo delito hay que llegar hasta la mano que mueve los hilos, en todo crimen se debe buscar más allá del sicario que aprieta el gatillo. Y si en algún comercio nos sisan en el cambio o nos fallan en la calidad, no solemos volver a entrar por la puerta. Estos son los principios que invoco en este artículo para acusar a esta masa votante y negligente.

Muchos teóricos y filósofos de la política mantienen que sin formación no hay democracia, pues sin la formación y la sabiduría, el juicio crítico  no puede gobernar el libre albedrío. Comparto que sin intelectualidad no hay democracia. Pero yo añado que tampoco hay democracia sin voluntad. La fuerza de voluntad, la firme determinación de cambiar o conseguir algo, es una virtud que los dioses parecen no repartir con equidad. Y el sistema actual se alimenta de la ausencia de voluntad de las masas, de su amnesia y abulia crónicas.

Clamamos libertad pero nos perdemos desorientados en ella porque no sabemos discernir solitos. Se nos llena la boca de democracia pero no sabemos utilizarla, no leímos el libro de instrucciones antes de conectarla, no cumple su función y en lugar de enmendarlo, lloriqueamos como niños. Bramamos contra el que abusa del poder otorgado, pero de continuo le cedemos el cetro con el que golpearnos mañana.

Este pueblo, simple y previsible como un péndulo, oscila idiotamente entre unos partidos corruptos, a los que elige siempre, pensando que son distintos, pero cambiando de uno a otro, por las mismas razones siempre, porque en el fondo, los dos son el mismo. Si alguna memoria le queda al votante, la terapia mental que llaman “campaña electoral”, pone en marcha el desneuralizador.

Desneuralizador en acción. El cine y sus mensajes.
Si se ha despilfarrado el dinero de la comunidad de Madrid en un proyecto chapucero y vergonzoso, el responsable es el votante de Madrid. Y más culpable aún conforme reitera en sus errores. Si se emplea el dinero de los catalanes en fuegos de artificio, en fantasiosas cadenas humanas, en espionaje, embajadas y maletines, la responsabilidad es de ellos solos, solo ellos pervierten su existencia escuchando con unción los discursos del miedo y apostando por aislarse para resolver los mismos problemas de paro y crisis que tenemos todos.

Se flamean banderas nacionales frente a Gibraltar, se enciende el fervor patriótico contra el colonialismo, pero al final afloja el jaleo, no vaya a descubrirse el pastel de que detrás de la mitad de las empresas instaladas en este paraíso fiscal no hay sino capital español. A esta masa se le puede hacer burla en sus narices, se la puede azotar cuanto se quiera, que, como un asno atado a su noria, seguirá dando vueltas en círculos mientras le den su pienso.

Qué hipocresía la de este de pueblo, que se viste de democracia cada cuatro años para volver a pasar por el aro, como perrito bien amaestrado, para elegir siempre entre la carne podrida o el pescado podrido, obediente hasta el fin. Este pueblo es culpable de los "relaxed corruptos" que revolotean por todas partes.
Nuestros padres se ganaron su país.

Responsable y culpable, pueblo sin voluntad y sin fuerza, indigno hijo de pueblos de otros tiempos, no somos mejores que nuestros padres. No merecemos ser llamados españoles porque no deberíamos llevar el mismo nombre de los que cayeron por la libertad en los muros de Girona o en la llanada de Vitoria. Miradnos hoy, ridículos e incapaces de reaccionar orgullosos en un día de comicios. 

Un pueblo que gasta lo que no tiene en olimpiadas e independencias, que soporta que su Estado tenga que recortar médicos de las unidades oncológicas infantiles y al mismo tiempo presume de permitirse los futbolistas mejor pagados del mundo, es un pueblo que no se respeta a sí mismo. Porque es una masa que en lugar de leer libros prefiere emplear la tarde en hojear revistas del corazón para babear sobre las fotos de los reyes de cualquier parte que han parido más hijos que alimentar y por la noche mirar embobados unos programas de televisión en que unos enseñan sus mansiones con total descaro e impudicia.

Y para distraernos de los EREs, los gúrteles, los sobres, los recortes, las mariscadas, los chivatazos, los despilfarros olímpicos, los bárcenas, los pujoles o los urdangarines, nos sirven gibraltares en agosto, cadenas humanas en septiembre y falsedades diariamente, tomadas todas por verdades por el pueblo, solo porque las cuenta una guapita de cara en el telediario. Hipocresías todas, hijas del farisaismo oficial de unos inútiles metidos a gobernantes, que se carcajean de lo fácilmente que se distrae al gato con un ovillo de lana. Total, llegada la hora, el español irá a votar como siempre, a uno de los dos, tanto da. El embrutecimiento a través del sistema educativo y el aislamiento de la intelectualidad hacen el resto.
Los Simpson también dejaron mensajes
denuncia sobre la peligroso de la

alternancia política recurrente.

¿Qué es lo que hace falta para solucionar todo esto? No es el propósito de este artículo responder a esta pregunta. Pero desde luego no podemos esperar que vuelva Trajano a poner orden en los asuntos públicos y a restaurar la integridad a todos los niveles. Mucho avanzaríamos con solo considerar que la soberanía del pueblo significa la responsabilidad del pueblo. Y que por lo tanto en sus manos están la escoba y la bayeta que pueden limpiar la basura de nuestras instituciones.

Y por eso les dejo con la esperanza contenida en una breve reseña histórica sobre el personaje que pronunció la frase que encabeza este artículo. Este hombre era político y llegó a Presidente de los Estados Unidos de América. Este político resultó ser un ejemplo de que, independientemente de la ideología, es posible encontrar hombres (léase hombres y mujeres por favor) que se consideren a sí mismos sencillos trabajadores al servicio de los demás. Alguien que sencillamente no buscó el poder para llenarse los bolsillos y que no permitió ser recolocado en una gran empresa tras su mandato. Presidente accidental tras la muerte de un gigante como Franklin Roosevelt, poderes económicos y medios de comunicación intentaron por todos los medios que no fuera reelegido, pero, contra todas las encuestas y pronósticos, batió a Dewey, su oponente Republicano en 1948.

Fue una clase diferente como presidente. Probablemente tomó tantas o más decisiones en relación con la historia de Estados Unidos como las que tomaron los presidentes que le precedieron. Pero una medida de su grandeza puede que permanezca para siempre: se trata de lo que hizo después de dejar la Casa Blanca.
La única propiedad que tenía cuando falleció era la casa en la cual vivía, que se hallaba en la localidad de Independence, Missouri, el estado que le vio nacer. Su esposa la había heredado de sus padres y, aparte de los años que pasaron en la Casa Blanca, fue donde vivieron durante toda la vida.
Cuando se retiró de la vida oficial en 1952, todos sus ingresos consistían en una pensión del Ejército de 13.507 dólares al año. Al enterarse el Congreso de que se pagaba sus sellos de correos, le otorgó un complemento y, más tarde, una pensión retroactiva de 25.000 dólares al año.
Después de la toma de posesión del presidente que le sustituyó, nuestro hombre y su esposa regresaron a su hogar en Missouri conduciendo su propio coche... sin ninguna compañía del Servicio Secreto.
Cuando le ofrecían puestos corporativos con grandes salarios, los rechazaba diciendo: "Ustedes no me quieren a mí, lo que quieren es la figura del Presidente y esa no me pertenece. Le pertenece al pueblo norteamericano y no está en venta..."
Aún después, cuando el 6 de Mayo de 1971 el Congreso estaba preparándose para otorgarle la Medalla de Honor en su 87 cumpleaños, rehusó aceptarla, escribiéndoles: "No considero que haya hecho nada para merecer ese reconocimiento, ya venga del Congreso o de cualquier otro sitio."
Como Presidente se pagó todos los gastos de viaje y la comida con su propio dinero.

Que tengan buena semana.


Mis vocaciones en la vida siempre fueron ser pianista de una casa de putas o ser político. Y para decir la verdad, ¡no existe gran diferencia entre las dos!
Harry S. Truman
XXXIII Presidente de los EE.UU.