28 enero 2013

E.P.A. 2012. UNO DE CADA TRES PARADOS NUEVOS ES ANDALUZ



Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.

...Se lo habían anunciado hace una semana. La semana que pensaba que nunca acabaría. Pero llegó el día de dejar al fin la oficina y la empresa que conoció durante tantos años. A base de cajas y maletines se fue llevando días atrás cuantos objetos y documentos eran de su propiedad, poniendo buen cuidado en recordar si lo eran o no, pues al cabo de tanto tiempo se difuminan un poco los límites entre empleado y empleador. La crisis se llevó por delante su trabajo. Mentiría si dijera que no se lo vio venir.

Aquel fue un día especial. El directivo andaluz apaga la luz del que fue su despacho y sale sin hacer ruido al portal del edificio de oficinas, la lluvia cae mansamente y bajo su paraguas negro, aflojado ya el nudo de su corbata, empieza a caminar, maletín en mano. Mantiene su entereza, se sabe fuerte. No llevan sus pensamientos ni sus pasos un rumbo fijo. Esa mañana no tiene horarios ni prisas ni citas ni agendas. Poco a poco su mente, que rehuye reconocer que llegó la hora y que no tiene ni un trabajo ni ingresos asegurados, va aceptando a regañadientes el brusco cambio. Se siente extraño. La gente le mira. No. Imaginaciones suyas.

La Campana, las setas de la Encarnación. Qué bonitas han quedado. Y ahí tras las lunas, el mercado, qué moderno y limpio parece. La gente hace su compra, como siempre, es la hora, aún no dan las 12. Sus pasos le llevan, inconscientes y con tranquilidad desacostumbrada, hacia lo ancestral, hacia sus orígenes, a las calles donde vivió. Como la querencia del toro bravo que busca su toril al sentirse débil de tan herido, al ver que se le va la vida por las bocas abiertas de su bravura.

El día es tan gris que se diría pintado para la ocasión. Va mirando al suelo mojado, evitando cruzar miradas. Desde la espadaña esbelta, suena una campana llamando a oración. Las campanas de convento suenan distintas, mas agudas, mas alegres, mas infantiles. Como si tocaran riendo la inocencia de las palomas blancas que lo habitan. El sonido le es tan familiar. ¿Por qué? Lo ha olvidado. Ya no reza el Angelus. Hace tiempo que no cree en Dios.

Esto es Alberto Lista. El cinco sigue siendo el cinco aunque la casa no es la misma. Se marcharon demasiado pronto sus abuelos. Le habría gustado tener mas memoria pero su mente pequeña no daba para más. Le habría gustado recordar el tacto de sus  manos viejas en su manita de niño, pero aquello pasaba cuando aún no sabía querer. Ante la fachada austera, sus ojos de blanco y negro ven asomarse al niño que fue entre las barandas del balcón. Agachado y con sueño, le embelesa la candelería en llamas de la Amargura que pasa de largo en la noche fria. 

Sigue lloviendo serenamente. ¿Qué es lo que le pasa? Él es fuerte. Años hacía que no le ocurría esto. Maldito nudo de la corbata. Los hombres no flaquean. El aire le secará los ojos. Hoy se siente nostalgico. Y vulnerable. Ha perdido su trabajo. ¿Qué es? ¿De dónde viene? ¿Cómo ha llegado hasta aquí? ¿Qué le hizo ser lo que es?

Al llegar al mercado de la Feria tuerce tranquilo por Arrayán. La ve como si nunca la hubiera dejado. Siempre entre sombras, la vieja calle contempla los años como minutos. Es niño otra vez. La casa treinta y dos ya no está. No está su portal. No está la escalera por la que cayó rodando una tarde. No está su azotea para dormir en verano los vecinos. Enfrente está la vieja tienda, donde hacía los mandados que su madre encargaba.  De pronto se ve aupado al mostrador de madera vieja con unos duros en la mano. Aquí están otra vez vaya por Dios. Se ve guiando de la mano a su hermano, recién aprendido a andar el pequeñín, hacia una aventura incierta, cosas de niños. Hasta San Luís llegaron, que algunos vecinos avisaron a la joven que los parió, que cogiendo a la carrera calle arriba,  allí recuperó a los dos inocentes, guardados mientras tanto por los gañanes del Pumarejo, que serían borrachos y truhanes, pero eran honrados.

La gente le mira por pararse tanto tiempo bajo la lluvia con la mirada perdida. Esto no es Madrid ni es Barcelona, aquí en seguida le preguntarán los vecinos si le pasa algo. Decide seguir caminando. Levanta la vista y ante él aparece la puerta de un colegio que tampoco es ya colegio. Tan solo una casa, donde la gente vive. No juegan los niños en el patio ni susurran padrenuestros cada mañana. Ya no huelen las clases a goma de nata ni a lapiceros. A su vista aparece hecho niño otra vez, en una clase antigua con un anciano profesor, el mismo que enseñó a su padre antes que a él y que acabó dejando su vista entre tizas y cuadernillos Rubio. El profesor le observa mientras el niño dibuja quebrados en la pizarra, con la raya del pelo tan marcada como siempre. Suena el timbre y desfilan los niños ordenados por el patio ante la figura del Director. Viste uniforme, bajo el brazo su gorra de plato, y rítmicamente golpea con una fusta  unas altas botas de montar. Cuando pasa a su lado, el niño mira de reojo su bigote fino y su cabello engominado y recibe de su parte un pellizco cariñoso en la mejilla. Se le ve orgulloso de sus hombrecitos de 6 años.  En aquel colegio no había niñas.


El ejecutivo respira hondo y vuelve en sí. Mira la hora en su silencioso móvil. Ninguna llamada perdida. Sonríe. Esta mañana le ha sanado por dentro. No siente tristeza sino paz. Él es mucho más que su trabajo. Ha dejado de llover y cierra el paraguas. Su vida empieza. En algún lugar entre las nubes, sonríe el sol...

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Monumento a Blas Infante en Sevilla
Dedicado a todos los parados de España y en especial a los de esta región tan querida, tan maltratada y tan denostada, pero que tiene el orgullo de comenzar su himno con un Levantaos y el valor de terminarlo con un por Andalucía libre, España y la Humanidad. A los trabajadores de esta Andalucía nuestra que abre sus brazos hasta casi partirlos, con tal de abrazar al mundo. Una Andalucía que otra vez se traga las lágrimas de ver emigrar a sus hijos a buscar pan lejos de ella, para que otros la puedan llamar atrasada o subsidiada mientras claman independencias. Yo te saludo Andalucía, ten confianza, pronto será primavera.

Que tengan buena semana.

  
Compadre, quiero cambiar
mi caballo por su casa,
mi montura por su espejo,
mi cuchillo por su manta.
Compadre, vengo sangrando,
desde los montes de Cabra.
Si yo pudiera, mocito,
ese trato se cerraba.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Compadre, quiero morir
decentemente en mi cama.
De acero, si puede ser,
con las sábanas de holanda.
¿No ves la herida que tengo
desde el pecho a la garganta?
Trescientas rosas morenas
lleva tu pechera blanca.
Tu sangre rezuma y huele
alrededor de tu faja.
Pero yo ya no soy yo,
ni mi casa es ya mi casa.
Dejadme subir al menos
hasta las altas barandas,
dejadme subir, dejadme,
hasta las verdes barandas.
Barandales de la luna
por donde retumba el agua.

 
Federico García Lorca (1898-1936)
Romancero sonámbulo, extracto.

21 enero 2013

LIDERAZGO Y SABIDURÍA. LA CONTRAFORMACIÓN NECESARIA.


  
Sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas.

 
Escena de Tiempos Modernos.
Enlace a la película completa al pie del artículo.

En 1936 Charles Chaplin escribió, dirigió y protagonizó Modern Times que se proyectó en España como Tiempos Modernos y ha pasado a la historia como una de las obras maestras del cine. Rodada en plena crisis económica de los 30, las ideas y denuncias que contiene están hoy tan vigentes como entonces y, como todo lo bueno, gana con el paso del tiempo. En la cinta se manifiesta en clave de humor el rechazo a los sistemas de producción tayloristas, la explotación del ser humano y la injusticia social. La obra es utilizada desde hace años por las escuelas y gurús de negocios para ilustrar conceptos como la alienación y desmotivación del trabajador y para advertir de los peligros de las tareas excesivamente especializadas y repetitivas de los puestos de trabajo.

Utilizo esta metáfora, llevada al extremo por la genialidad del maestro Chaplin, para introducir el concepto de súper-especialización y cojera intelectual del directivo moderno. Una tara que se nos coló en nuestra infancia y se quedó con nosotros, disimuladamente, como un virus latente que nos limita diariamente y sin hacer ruido. Unas trabas internas que, hija de las carencias formativas, crecen en nuestro interior sembradas desde nuestra primera escolarización. Escasos elegidos se curaron con su dedicación a sí mismos, pero aún son muy pocos.

No trataré en este artículo las tan manidas controversias acerca de si nuestros sistemas educativos incluyen materias morales o cívicas en cantidad suficiente y de equidad contrastada. Nada diremos sobre los subsistentes sesgos religiosos que aún perviven en el sistema, bien por la selección de materias, bien por su contenido, bien por la institución enseñante.


El jardín Zen nos transmite armonía y paz.

No obstante, diré que los sistemas educativos oficiales, sin que sea posible achacarles más responsabilidad de la conveniente, han contribuido a la crianza de este mito sobre las especialización, tan obligatoria y temprana como carente de fundamento real. Un modelo educativo en el que desde los quince años se presenta al educando la disyuntiva entre ciencias y letras, entre tecnología y humanidades, entre lo pretendidamente moderno y lo presuntamente caduco, como caminos divergentes, como calzadas diferentes en las que caminar y desarrollarse el resto de sus días, en un continuo proceso de especialización, que hace ese camino muy largo desde luego, pero también muy estrecho, generándose de este modo desarrollos carentes de armonía y equilibrio.

En el directivo de hoy en día, engendrado en el sistema educativo vigente y formado con posterioridad, a voluntad suya en ocasiones y de su empresa las más de las veces, en escuelas e institutos de negocios más o menos prestigiosos (y caros), se manifiestan estas carencias con mayor notoriedad que en el resto de profesionales. A mayor exigencia y a mas capacidades requeridas, mas evidentes las lagunas y las calvas. A nuestros ejecutivos se les ve el cartón.
 
De mi experiencia como acuariófilo aprendí que, siendo el hierro un esencial elemento para la prosperidad de toda planta acuática, ninguna cantidad de hierro disuelto es lo suficientemente grande si no se encuentran en el agua las pequeñísimas concentraciones de los llamados elementos traza, algunos de los cuales desempeñan la única misión de habilitar la absorción del hierro por parte de algunos organismos vivos del acuario. De igual modo, pensé, nos empeñamos en la acumulación incesante de conocimientos presuntamente propios de nuestra labor directiva, con el objeto de ser los mejores en nuestro campo. Y sin embargo muchos de los directivos difícilmente traspasan las fronteras de la mediocridad cultural, alejados así de la iluminación y limitando de ese modo la asimilación de aquellos conocimientos técnicos que pretende desplegar como director de personas. Porque el desarrollo armónico de la persona al que aludíamos más arriba es necesario para aprovechar el efecto de cualquier formación. Recordemos que armonía es el equilibrio de las proporciones entre las distintas partes de un todo, y su resultado siempre connota belleza.

La cultura por tanto.

Una palabra que, fíjense qué diabólico, utilizamos generalmente en la tercera de las acepciones que muestra el diccionario de la RAE: conjunto de modos de vida y costumbres, conocimientos y grado de desarrollo artístico, científico, industrial, en una época, grupo social, etc. Pero de la que nosotros reivindicamos su segunda: conjunto de conocimientos que permite a alguien desarrollar su juicio crítico. Y nunca deberíamos olvidar la primera que es sencilla y primitivamente cultivo. Nuestra sociedad ha saltado (bajado) al tercer peldaño, olvidando los dos anteriores, en el manejo habitual de tan importante palabra. En el siglo XIX, Matthew Arnold definió esta visión como high culture (alta cultura) y la describió como conocer lo mejor de lo que se ha dicho y pensado en el mundo 

D. Luis de Góngora y Argote

Alguien culto es por tanto alguien cultivado. Alguien que ha sembrado en sí mismo para recoger después los frutos. Recuerdo con cariño que Don Juan Cabezas, mi viejo profesor de niñez, presentaba al hombre culto como el ejemplo a imitar y perseguir. Si un niño respondía alguna barbaridad analizando la sintaxis de algún poema de Góngora, sencilla y duramente le bramaba ¡inculto!
  
Todo lo dicho está al servicio del concepto de contraformación.  La palabra no existe, es cosa mía. Y pretendo denominar con ella al doble y necesario proceso en el camino de la excelencia formativa. Por un lado, suplir las carencias que la formación estándar va dejando en nosotros desde la infancia hasta el MBA. Por el otro y mucho mas difícil, el desmontaje de los mitos aprendidos, el reseteado y puesta a cero en muchos dogmas y premisas inyectadas en vena, grabadas a fuego en nuestro cerebro por el proceso desculturizador implantado en el sistema y los usos sociales.

Estos procesos, en apariencia tan hercúleos como los doce trabajos, no lo son tanto y, en cualquier caso, es un camino que no terminaremos nunca, pues su duración debería ser la duración de nuestra vida. Lo importante es el camino de baldosas amarillas y, como en tantas cosas, iniciarlo sabiendo que, hasta un camino de mil leguas, comienza con un primer paso.

Como ya advertía el malogrado Stephen Covey en la dimensión mental de su séptimo hábito, la educación es una renovación vital. (…) Las personas proactivas pueden imaginar muchos modos de educarse. Resulta extremadamente valioso adiestrar la mente para que tome distancia respecto de su programa y lo examine. Esa es para mí la definición de la educación humanística: la capacidad para examinar los programas de la vida, en el marco de otros paradigmas, y de los interrogantes y propósitos de mayor alcance. El adiestramiento, sin una educación de ese tipo, estrecha y cierra la mente, pues los supuestos subyacentes de ese mismo adiestramiento nunca son objeto de examen. Por ello es tan valioso leer con amplitud y exponerse a los grandes pensadores.

Que tengan buena semana.




Sólo el que sabe es libre y más libre el que más sabe. No proclaméis la libertad de volar, sino dad alas.
D. Miguel de Unamuno y Jugo
 
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14 enero 2013

ULTIMA RATIO REGUM




Menos mal que la guerra es algo tan terrible, de lo contrario acabaríamos aficionándonos a ella.



Hoy rotulo de este modo mi artículo haciendo referencia  a la leyenda que se grababa en los cañones europeos del siglo XVII y XVIII. Parece que la popularizaron los ejércitos de Luis XIV de Francia y que luego fue adaptada por las artillerías de otros paises, entre ellos el nuestro. El último argumento (razonamiento) de los reyes. Hace referencia al papel de la guerra como herramienta de resolución de conflictos mas allá de la política.  Y qué mejor lugar para estampar tan rotunda advertencia que en el arma mas poderosa de la época.

La guerra.

Esa monstruosidad inventada por el Homo sapiens, ha estado tan ligada a la evolución de la civilización que muchos historiadores mantienen que la historia de la humanidad no es más que la historia de sus guerras. Es quizá una afirmación exagerada pero puede orientarnos hacia el protagonismo de una actividad intrínsecamente humana que, a lomos de su apocalíptica montura, nos ha acompañado durante siglos como un incómodo compañero de viaje.
"Con una guerra vivida ya tengo bastante", Thomas Jefferson

Como a nadie le quedan ganas de contemplar otra guerra después de haber visto una, el estudio de la guerra y el pensamiento militar han quedado limitados a los profesionales del ramo y a veces, casi ni a eso. Como de un tabú compartido, todo aquello calificado de militar ha sufrido con el paso de los siglos un deterioro ante la imagen pública al mismo ritmo que los largos y bienvenidos periodos de paz se afianzaban en occidente. Especialmente en España, donde el péndulo funciona de maravilla, su joven democracia aún no se ha desprendido de los lastres y estereotipos gestados en su siglo XX. 

Tomando una vez más al tocino por velocidad, el mundo confunde el pacifismo con la repulsión a la historia de los ejércitos (cuando no a su existencia misma), a sus innovaciones y a todos aquellos beneficios que su estudio nos puede aportar. Sin embargo, no podemos escapar de nosotros mismos. Mucho mas de lo que pensamos y percibimos, la identidad militar impregna nuestra sociedad y vida cotidianas.

Representación original de la diosa Niké.

La estrategia y la táctica militares conviven más o menos conscientemente en las manifestaciones deportivas actuales, que constituyen una práctica incruenta de las habilidades guerreras de las que son herederas. Los deportes, bastante en los individuales (tiro, esgrima, arco, caza…) pero mucho mas en los de equipo, rediseñan y adaptan los ancestrales conceptos de enfrentamientos entre grupos tribales o ejércitos. En tan alto grado, que la terminología deportiva no disimula su procedencia evolutiva de los ejercicios militares, incorporando términos y conceptos como táctica, ataque, defensa, disparo, etc. Las vanguardias del coaching deportivo de élite, con técnicas custodiadas como secretos de estado, están recuperando a marchas forzadas conceptos olvidados del culto de Ares-Marte. Y hablando de dioses, la griega Niké (Νίκη), Victoria para los romanos, que presidía las competiciones atléticas y militares, inspiró el nombre de una conocida marca de ropa deportiva, que representó en su logo un ala de la diosa.

En el aspecto de las simulaciones, nombraremos desde luego al ajedrez que, como representación simulada del enfrentamiento de dos ejércitos, se ha demostrado que otorga efectos beneficiosos al desarrollo intelectual y a la agilidad mental. La tecnología actual ha permitido el desarrollo de softwares de simulación bélica y juegos de estrategia que inundan el mercado con productos para videoconsolas u ordenadores, para diversión de jóvenes y adultos.

Pero estoy convencido de que son la dirección de empresas y la conformación del liderazgo directivo, las facetas a las que más pueden contribuir el estudio de la historia y conocimientos militares. Como en el análisis de todo sistema complejo, su desmembración en segmentos objeto de estudio nos permite, con la distancia de la historia, aislar aquellos componentes que son de suprema utilidad en la dirección.

Albert Einstein y su relatividad,  un pacifista que
firmó a favor de la creación del arma atómica.

La historia militar está plagada de líderes a los que con gusto seguiríamos en Twitter si posible fuera y no me refiero al estereotipo de militares acuñado durante los totalitarismos europeos del siglo XX sobre los que Einstein escribiría que han logrado cerebro por error: les es suficiente con la médula espinal. Afortunadamente, las teorías de la dirección de empresas no se guiaron por esta visión, a juzgar por la incorporación de conceptos y términos como objetivo, planificación, estrategia, aprovisionamientos, reclutamiento, barreras de entrada… Parece que la sabiduría militar se coló en el management, callada y disimuladamente, proporcionando a la dirección de empresas algunos conocimientos que muchos ahora gestionan de manera inconsciente.

Julio César apoýó su liderazgo
en la comunicación

No obstante, hoy por hoy son muy pocos los profesionales, empresas y organizaciones  que apuestan por este tipo de formación. Las razones van desde los tabús compartidos sobre todo rerum militari hasta el desconocimiento de su potencial enriquecedor, pasando por supuesto por los errores cometidos por los versionadores de la escasa literatura original disponible en castellano. Sirva como muestra un ejemplo. En una de mis ediciones de El arte de la guerra, uno de los poquísimos manuscritos militares que circulan en el ámbito directivo, el versionador de turno me explica,

No es, por tanto, un libro sobre la guerra: es una obra para comprender las raíces de un conflicto y buscar una solución.


Los ejércitos de Suz Tzu serían muy parecidos
a estos famosos guerreros de Xian.

Genial para vender el libro a los profesionales de empresa pero… ¡Por el amor de Dios, por supuesto que es un libro sobre la guerra! Sun Tzu no dirigía ningún departamento financiero ni resolvía sus conflictos negociando en la sala de juntas. Era un erudito soldado, dirigía ejércitos que hacían pupita y escribió un libro sobre estrategia y táctica militares. Nada sino eso y nada fuera de eso. En la comprensión de esta palmaria realidad está la clave del traslado de su sabiduría al ámbito del liderazgo y el management.

Las ventajas de seguir la historia militar son innumerables. Contar con una formación en historia militar aplicada a la dirección aportará un factor más de diferenciación en el camino del liderazgo. Convertirnos en observadores científicos de los mejores conductores de personas, tener el privilegio de poder aprender de sus errores, aislar las técnicas y los métodos de unos sucesos que por suerte no nos tocó vivir y poder aprovechar las conclusiones de este proceso de abstracción para nuestra formación como líderes, supone la apasionante oportunidad de explotar un interminable filón de conocimientos.

Por cierto, el personaje histórico que pronunció la políticamente incorrecta frase que encabeza este artículo, utilizó sus años de retiro como profesor de negocios en el Washington College (en la actualidad Washington & Lee University) en Lexington, Virginia (hoy en Kentucky), Estados Unidos. 

Que tengan buena semana.



Menos mal que la guerra es algo tan terrible, de lo contrario acabaríamos aficionándonos a ella.
Robert Edward Lee, militar norteamericano (1807-1870)




07 enero 2013

LA CURROESPAÑA QUE VIVIMOS


Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido.




El bético Curro Romero en la Feria

Corría el año 1966 cuando un redactor de El Correo de Andalucía por primera vez comparó al Real Betis Balompié con Curro Romero. Con el permiso de los verdaderos aficionados a la tauromaquia, les contaré que Curro fue siempre capaz de lo mejor y de lo peor.  Un matador que ha alternado en su carrera los más gloriosos triunfos junto con los más estrepitosos fracasos. Tan acostumbrados a sus espantás estaban sus incondicionales, que acudían  a la plaza provistos de rollos de papel higiénico que le arrojaban en sus malas y vergonzosas tardes. Aunque de vez en cuando, sólo de vez cuando, Curro destapaba el tarro de las esencias y cuajaba una de esas tardes que los aficionados califican de únicas e irrepetibles y de pronto todo le olvidaban y le perdonaban los ridículos y la autoridad le concedía laureles y vueltas al ruedo y trofeos y los periódicos sus portadas, sus retratos y sus elogios.


Real Betis en 1977

El sagaz redactor del diario sevillano popularizó una identidad de Curro con el Betis con la que toda su afición sintonizó desde el primer momento. El Betis de entonces, de hoy y de siempre ha llevado la irregularidad por bandera y seña de identidad. Un Betis que era capaz de ganar una Copa del Rey y descender a Segunda División al año siguiente. Un Betis que le endosa un 0-3 a domicilio al Barça y que cae al partido siguiente en casa con un tercera. Un Currobetis en suma que, como una mala mujer, arroba los sentidos de sus seguidores que, no sabiendo muy bien por qué, encuentran en esta conjunción de opuestos, el atractivo romántico y quijotesco que en el fondo mueve a su afición.

En mi opinión, nuestro país tiene mucho de Curroespaña. Porque nosotros los españoles somos un  pueblo realmente particular. Si repasamos la historia de nuestro país encontraremos sobrados ejemplos de que España ha sido siempre fiel a su modelo currista y que las situaciones y esperpentos que nos toca vivir a los de nuestra generación no son mas que remakes de viejos y muy trillados asuntos patrios que antes que nosotros sufrieron nuestros mayores. Esta España mía, esta España nuestra es capaz de lo mejor y de lo peor, hoy arriba mañana abajo, ganamos y perdemos la confianza en nosotros mismos con pasmosa facilidad. Un pueblo de gentes de probada valía y sobrados recursos, que al tiempo se deja gobernar por los más felones de entre ellos. Un pueblo siempre unido y siempre en discordia interna, dispuestos a acuchillarnos entre nosotros al día siguiente de unirnos contra un invasor. Un país donde muchos nacionalistas reniegan de él de continuo y que al mismo tiempo echan mano a la espada si oyen a un extranjero reírse de España. Desconcertantes ante el ojo exterior, fascinamos a los eruditos que nos estudian como el espécimen digno de figurar en la sección de rarezas.

Dignos la mayoría del Qué buen vasallo si hubiere buen señor, acostumbramos a nombrar y soportar gobernantes mediocres y corruptos al estribillo de vivan las cadenas. Tolerantes de la mediocridad ajena, olvidamos pronto los delitos del dirigente y los condenamos en el vecino. Aguantamos desempleos subsidiados y contemplamos a los insaciables y zafios poderosos recolocarse unos a otros para seguir robando allá si acá se les terminó el botín, más impunemente cada día. Confundimos la gallardía con la soberbia a la menor ocasión y somos miserables con la opinión ajena, sea esta política o religiosa. Esta España martillo de herejes y luz de la cristiandad que fue capaz de verter ríos de la sangre de sus hijos por un filioque e  incapaz de vivir sin la sombra de las sotanas, salvó también el culo a Europa con su afición a degollar turcos.

El convoy anual de la Flota de Indias,
protegido por la Armada


Amigos de esperar a que otros nos resuelvan los problemas, nos pasamos la vida mirando Guadalquivir abajo, esperando a que la Flota de Indias amarre como siempre en el Arenal, cargada de oros y de platas para tapar los agujeros un año más, mientras nuestra industria dormitaba tanto como nuestras infraestructuras y sistemas educativos, por caínes, envidiosos y miserables, por preocuparnos de eliminar toros de Osborne unos,  de manipular libros de texto otros o asesinarnos por un color de la bandera.


D. Estanislao Figueras, Presidente

Amigos de confundir el tocino con la velocidad y capaces de aburrir a un Presidente del Ejecutivo, tanto desafuero y extravagancia  llevaron a D. Estanislao Figueras a tomar desesperado el primer tren que salió de Atocha una mañana de primavera de 1873 y a no bajarse hasta París (porque el tren no llegaba mas lejos). Encontraron su dimisión sobre su mesa, ni explicarla quiso. Suyo fue el famoso grito a su Consejo de Ministros Senyors, ja no aguanto més. Vaig a ser-los franc: ¡estic fins als collons de tots nosaltres!, (Señores, ya no aguanto más. Voy a serles franco: ¡estoy hasta los cojones de todos nosotros!).  

Caricatura del Gobierno en La Flaca 1873
Engendramos y pagamos políticos vendedores de humo, que nos ofertan mercancías caducadas, ya probadas y rotas del uso, pero que consumimos como frescas, de buen grado, regodeándonos en nuestra ignorancia sobre autogobiernos, federalismos y derechos a decidir. Condenados a repetir nuestra historia, olvidamos pronto los desafíos cantonalistas que tanta sangre derramaron y tanto ridículo internacional nos granjearon. Capaces de conquistar medio mundo y defenderlo contra el otro medio, esta nación es también muy capaz de sajarse las carnes a sí misma y sorprenderse después si Jumilla amenaza con no dejar de Murcia piedra sobre piedra.

Buscadores perpetuos de nuestra particular concordia ordinum, por siglos hemos vibrado cada uno de nosotros en una particular longitud de onda, anulando mutuamente nuestras energías.


Los periodos republicanos abundaron en las
patrióticas representaciones alegórícas de España.

Pero… de vez cuando, solo de vez cuando, esas longitudes de onda se alinean y vibramos en la misma frecuencia. De vez en cuando este país unido toma conciencia de su propio potencial y entonces… Entonces este pueblo realiza hazañas prodigiosas que dejan asombrado al mundo. Es entonces cuando este país levanta la cabeza, se yergue y descubre que es mas alto, mas fuerte y mas poderoso de lo que imaginaba. Y lo que se olvida entonces son las rencillas, las infantiles discusiones y las inmaduras envidias. Entonces parimos lo mejor de nosotros, en nuestras empresas, en nuestros artistas, en nuestros científicos, en nuestro deporte y en nuestra cultura. Y entonces dejamos pequeña la marca España porque ninguna marca sustituye a la grandeza de un nombre y de una realidad que debería ser distinta, más igualitaria, más justa y más generosa. Algún día este país despertará y se sacudirá sus complejos ancestrales y perderá los miedos a sí misma y dejará de ver contradicciones donde no las hay. Dejará de suicidarse a diario con la palabra y con el gesto, para dar paso a uno de esos periodos en los que la nobleza y la razón nos gobiernen a cada paso.


Alegoría de España, con la Constitución y otras matronas,
 sobre el Congreso de los Diputados 1848

Confió en que este extraño y raro pueblo, esta Curroespaña nuestra, en tiempos tan odiada y tan temida por sus verdaderos enemigos, recuperará la confianza en sí misma, dejará de solazarse en su acomplejado victimismo y sacará adelante un futuro mas justo, mas próspero y mas humano. Confío en que nuestra amada Curroespaña destapará entonces el tarro de las esencias y callará asombrado el resto del mundo, en un silencio de abril en la Maestranza.

Terminaré recordando al difunto Indro Montanelli que sedujo mi mente de adolescente con la aventura de la Historia y escribiré en su honor que tal vez una de las desdichas de España sea tener un nombre y un pasado desproporcionados con la modestia de un pueblo que, cuando grita Yo soy español, español, español…, alude tan solo a un equipo de fútbol.

Que tengan buena semana.



Estoy firmemente convencido de que España es el país más fuerte del mundo. Lleva siglos queriendo destruirse a sí mismo y todavía no lo ha conseguido.

Otto von Bismarck (1815-1898)
Primer canciller de Alemania